viernes, 5 de julio de 2013

¡Maldita mortalidad!

Tengo un sentimiento que no conozco, me nace del pecho y burbujea en mi estómago, me hace flotar por las calles y perder la memoria mas inmediata.
¿Qué cosa tan extraña me pasa?
Me paso las mañanas cantando en la oficina, escribo todo el día en un cuadernillo azul quién sabe qué tantas incoherencias, todo el tiempo tengo hambre...sospecho que más bien es una sensación de vacio en el centro del estómago que me hace comer manzanas amarillas porque no me hacen daño.
Mi mirada guarda un extrañísimo brillo melancolico, y por más que me maquillo no se va, ahí se queda como advirtiendome algo que no sé...me da miedo.

Maldito sentimiento desconocido, me dan ganas de cantarlo y a la vez golpearlo para que muera un poco.
No he podido asfixiarlo con el humo del obligado cigarrillo de la tarde, aquél que me ayuda a olvidar la sesación de hambre y me despierta para terminar mi día en el trabajo.
Por más agua que tomo tampoco se ahoga
Tengo la leve sospecha, de que eso debe sentir un humano cuando se enamora, y por dios...qué pesadilla vivir bajo tal sopor insoportable, en donde las nbes parecen algodones azucarados, el aire huele a flor de naranjo y los atardeceres inspiran a recitar bellos poemas.

Qué asco, cuanta vulnerabilidad y yo, escritora de noches soliarias ¿me siento así?
No señor, eso no le pasa a los escritores, nosotros creamos ese mundo para los imbéciles mortales que dejaron de creer en el gordito de traje rojo que dejaba juguetitos anajo de su nada bonito arbolito de navidad lleno de foquitos multicolor con horrorosas melodías de la época más infelíz del año.

¡Qué putas ganas tengo de un beso!

Un beso de esa boca que me invitó al pecado por unos breves instantes y que seguramente su dueño me está leyendo y tal vez torciéndose de la risa.
Si, dando de risotadas en su piso de madera, escuchando alguna rara canción en un idioma aún más raro. No me importa, sólo escribo lo que se me antoja a esta hora en que se supone debería estar perdida en brazos de Morfeo.

Puede ser esa falta de descanso la que me hace alucinar con tal levedad del ser...

¡Maldita mortalidad!

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