viernes, 14 de marzo de 2014

Entre líneas

Tal vez algo en tu mirada removió mis neuronas. Desde que tomé la determinación de escribir líneas escondiendo tu nombre entre ellas, mi estado de ánimo se ha tornado multicolor.
El ejercicio de sonreír se ha vuelto un vicio delicioso al observar las instantáneas que tuve a bien hurtar de tus archivos.
No tengo necesidad de que te hagas consciente de la gran revolución de endorfinas que provocas cuando por casualidad me saludas. Ahora mismo, lo puedo apostar, me estás leyendo y nisiquiera adviertes que mis líneas gritan tu nombre con esa cadencia deliciosa que se vuelve totalmente adictiva.
Cabe la posibilidad de que desees en el fondo tener la confirmación de mis sentimientos para así actuar y convertirnos en un par de títeres jugando al enamoramiento, pero no me interesa, no creo necesario el hecho de mutar nuestra existencia por un breve tiempo de sopor alegre.
¿Sabes que disfruto mucho cuando me saludas con un abrazo?
No hay nada que me guste mas que impregnarme de tu aroma...pues me acompaña hasta mi cama y me ayuda a soñarte.
Podría enamorarme de ti, como una loca, pero por ahora te mantengo inmaculado, como una imagen a la cual puedo adorar sin tener que compartir con el mundo.
Un día de estos, tal vez te deje saber con mi sonrisa que eres tú el dueño de estos pensamientos que plasmo para que de algún modo lleguen a ti.

jueves, 13 de marzo de 2014

Soliloquio antienamoramiento

Recién el alba anunciaba la inminente llegada del nuevo día, cuando saltaste a mi mente.
Sonreí, y fue a plena inconsciencia del hecho propio del ejercicio maxilofacial que me atacaba.
Por un ínfimo segundo cerré los ojos y me transporté al momento justo en que nuestras miradas se encontraron entre un océano de almas inmersas en un soliloquio de individualidades.

Allí estabas, reluciente, listo para hablar sin siquiera separar los labios. Te clavaste en mis ojos, los cuales huyeron por la incertidumbre de aquella posibilidad del ser que irónicamente comenzaba a pelearse con el deber ser.
Volví la mirada hacia ti, tratando inútilmente de convencerme de que aquello distaba mucho de ser una declaración de cazador a presa; pero tus ojos volvieron a recitar aquél poema ancestral de atracción, en donde me convertí en aquél ser indefenso en las fauces de la bestia.


No puedo concebir ahora mismo la idea de mi débil atrevimiento, tendré que tomar la drástica medida de la vacuna que me salve de alguna errática taquicardia cuando tu presencia abrace mi entorno, en caso contrario tendría que sufrir la consecuencia de tener brillo en la mirada, entendimiento nublado, y un tipo muy severo de ceguera.

Prefiero colocarte la etiqueta de monstruo antes de que mi débil corazón tome la determinación de salir de aquél sueño farmacológico en que lo he metido para no vivir la pesadilla de caminar sobre alguna peligrosísima nube rosada.

Anda pues, lárgate ya de mis pensamientos, ya que me parece muy arriesgado estar escribiendo líneas con tu nombre oculto entre ellas, no puedo arriesgarme al hecho de tener la curiosidad de conocer tus secretos y terminar por escribir un millón de historias dedicadas a tu sonrisa.