viernes, 10 de enero de 2014

Tango mundano para desayunar

En esta solitaria mesa con breve iluminación de una pequeña pero romántica vela estoy observando el amor desde la trinchera en donde las parejas felices me parecen extrañas y en donde mi razonamiento comieza a estar nublado.
Me repito todo el tiempo "Muriel, el amor es sólo una enfermedad que se combate con inteligencia"

Que liviana es aquella línea que divide a la felicidad de la envidia corrosiva...un día bailas un apasionante tango y crees tenerlo todo y en un segundo estás en un rincón mundano, observando a una pareja felíz, deseando con cierta amargura que alguna desventura los rodee y los convierta en esa sombra en la que hoy te has convertido.

No es que odie el amor, pero me cansé de ser su juguete, una mujer como yo, ya no puede soportar los golpes físicos, que aunque pocos sirvieron para arrojar por un abismo interminable a mi dignidad.
Tengo dos años vagando en la soledad que brinda la soltería, y en la mayoría de mis días ello no me ha significado dolor, pero hoy, sentada en esta mesa, viendo este espectáculo teatral lleno de pasión, me he llenado de una incertidumbre que me corroe los huesos y genero reacciones químicas en cadena que suprimo con vino tinto.

"El tango, entre más mundano y sucio, más apasionado...no puede ser pudoroso, perdería el sentido"

Resuena una voz grave a mi lado

No tengo claro si es el efecto de la segunda botella de vino o si de verdad existe el amor a primera vista, pero este hombre ha robado por completo mi ateción.
Es alto, espalda ancha, piel dorada, ojos marrn, cabello rizado y perfectamente alborotado...se sienta a mi lado y comienza a conversar acerca del baile que ahora vemos, no sé si se habrá dadp cuenta de las interminables notas mentales que yacen al lado de su mano en esa pequeña y arrugada servilleta...tal vez se compadece de mi.

-¿Bailas?

Se levanta y me ofrece la mano para pasar al centro de la pista
Me ruborizo
-No sé bailar, haría el ridículo

-Bien, no bailes conmigo esta noche, pero acepta desayunar conmigo, el sol ya anuncia la llegada del día y no sería cortés dejarle ir tan llena de alcohol y agonía y con un estómago vacío.

-Pero, no lo conozco, nisiquiera sé su nombre
¿Podría tratar por una vez de dejarme llevar?...No, por Dios...bueno, está bien, nada pierdo con desayunar con un extraño.

-Me llamo Rafael
Interrumpe mi ensoñación y besa mi mano con duzura

-Muriel
Digo con desgano

-Ahora que sabes mi nombre, ¿Me concederías el placer de desayunar conmigo?

No sé qué me pasó mi mente clamaba un rotundo ¡No! pero mi cuerpo, como si no tuviera voluntad alguna, provoco que mis cuerdas vocales emitieran un débil pero conciso
Sí, con gusto.

¡Qué carajos me pasa!
Dejo pasar el último baile, pago mi cuenta, y mietras espero a que me entreguen mi abrigo, Rafael llega y se posa a mi lado, ofreciendome su brazo, me invita a salir del lugar.

-No te asustes Muriel, vivo en el Penthouse cruzando la calle, sólo será el desayuno, lo prometo. No soy un excelente chef pero puedo preparar lo que quieras comer.

Mi cuerpo sigue sin seguir mis ordenes mentales, estoy sonriendo.
-Muchas gracias, un omelette estaría excelente y una gran taza de café, comienzo a tener frío y eso ayudará.

¿De dónde me sale esta mujer linda que sonrie como boba?
¿En qué momento, la luz del sol se hizo una con el dorado de su piel?
¡Lo deseo y mi cuerpo lo sabe!

Mientras subimos por el elevador trato de que mi débil carne no de a conocer sus deseos, pero con solo verlo me ruborizo, esto será más complicado de lo que me imagine en el bar.

Rafael, me deja en la terraza y pone música para ambientar el momento, claro, tango.
En un abrir y cerrar de ojos pone el desayuno frente a mi, y para mi sorpresa se ha cambiado de ropa.
Lleva unos vaqueros que le ajustan a la perfección y una playera gris.
Ahora que lo observo a la luz, tiene la barba entrecrecida, con algunas canas que le hacen ver más interesante aún.

-¿Y qué te llevó al bar Rojo anoche? Perdón si me muestro curioso, pero me parece increíble que una mujer tan bella como tú, estuviese ahogando una clara pena con costosas botellas de vino, mientras presenciaba el espectáculo del amor en pasos de sensual tango.

No voy a decirle que estoy desilusionada porque me dejaron plantada en el altar, digo, puede asustarse.

-Sólo trataba de alejar malos recuerdos de mi cabeza, pero entre más trataba de ahogarlos, parecían flotar y bailar al ritmo de aquellos tangos.

-No sabes bailar ¿cierto?

-Sí, no lo sé hacer

-Disculpa el atrevimiento, no quiero asustarte, pero ¿Me permitirías enseñarte?

Un extraño pero delicioso calor me recorrió todo el cuepo, no dejando espacio para cualquier razonamiento lógico...sólo sonrei y asenté con la cabeza.
Se levantó y tomó de mi mano, pidiendo gentilmente que me levantara.

Frente a frente, colocó su mano en mi citura y acomodó mis manos de tal modo que parecía abrazarlo.
Paso a paso me fué enseñando movimientos básicos que en el reflejo del espejo comenzaban a verse muy sensuales.
Acerco sus labios a mi oído y dijo:

-Los tangos mundanos, sucios y pasionales son los que más se disfrutan

Mienras iba diciendo estas palabras una fiuerte descarga eléctrica recorrió mi cuerpo y él, cómo si conociese el lenguaje de mis poros, supo como saciar esa sed que comenzaba a desesperarme.
Me sujetó con fuerza y comenzó a besarme de tal forma en que mis pensamientos y principios se hicieron nada. Mi cuerpo parecía dominado por una extraña magia que emanaba de su ser.
No sé en qué momento la ropa me había abandonado para quedar como vestigio de un tango que estaba por bailar.
Acostada boca abajo, sentía sus labios recorriendo mi espalda, mis glúteos, mis múslos...todo mi ser respondía a su deseo.
Dulcemente me volteó, quedando cara con cara...un beso apasionado, mordiendo intensamiente mis labios, lo dejé entrar e inundarme de su pasión...
Vi pasar las horas hasta que la noche y el cansancio me tumbaron en un gran sillón.

La lógica me atacó, me vestí con prisa, tomé mis cosas,y antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, pidió que dejara mi número, me besó tiernamente y como un gentil caballero, no dejó que me fuera sola en compañía de la noche.
Tomó las llaves de su motocicleta, los cascos y salimos cobijados por estrellas hasta mi casa, en donde finalmente nos despedimos.

No había pasado ni una hora de haber llegado, estaba tomando un baño en mi tina, cuando un mensaje llegó a mi móvil, era él con una pregunta que me tiene desconcertada:

¿Por qué Muriel? ¿Por qué has llegado tan tarde a mi vida?


No hay comentarios:

Publicar un comentario