martes, 28 de agosto de 2012

El último día

Las rosas engalanaban el centro de la mesa, era un hermoso día y por primera ocasión después de una larga temporada, los cinco nos sentabamos a la mesa a compartir como familia.
Papá se iba para emprender una nueva aventura lejos de nosotros.
Ahí estabamos como en los felices años de la niñez, papá sentado en la cabecera, mamá a su derecha y Rodrigo junto a ella, frente a él, estabas tú y yo a tu lado.

Una escena que nunca imaginé jamás se repetiría; era de lo más extraño que sólo los cinco estuvieramos esa tarde juntos, comiendo las famosas tortitas de carne de mamá.

Aún mas extraordinario, el hecho de salir en familia a caminar por aquél parque, tú y Rodrigo comiendo el rico flan que venden en el mercado, mientras que papá, mamá y yo comiamos helado.

Reimos y convivimos como nunca.

Te recuerdo claramente emocionada por tu celebración, acababas de cumplir la mayoría de edad y querías compartir tu dicha con quienes eran tus más fieles confidentes y con tu más grande amor.

Aún en el auto, pediste a nuestros papás te acompañaran al inicio de la semana a sacar tu credencial de elector y quedaron pactados para hacerlo juntos.

Llegamos a casa, y tanto tú como Valeria y Raquel comenzaron a arreglarse, poniendose millones de atuendos para tan especial ocasión.
Llegó Ger a la casa y veiamos nuestro programa favorito, después, me fui con papá y mamá a su recámara, en dónde por última vez te vi.
Vestida de negro, perfectamente maquillada y perfumada, te despediste de nuestros papás, a mi, me diste un goplecillo jugeutón en la frente, te diste vuelta y saliste con ellos por la puerta blanca que jamás volverías a cruzar.

Poco después, papá se despedia de nosotros, pues temprano en la mañana partía hacia su nuevo destino.

Se hizo noche, dormia, y un movimiento inusual reinaba en la casa, me inquieté, pero no le di importancia, traté de conciliar nuevamente el sueño.

La luz del cuarto molesta a mis ojos, mamá me despierta y me dice que han tenido un accidente camino a la celebración, todos están bien, pero no menciona tu nombre, y enseguida pregunto por ti.
Te has ido al cielo, eso es lo que me dicen; volteo y veo a nuestro hermano con una taza de té en las manos, los ojos llenos de lágrimas, mamá me abraza y papá también está ahí.

Un shock, hay silencio en mi cabeza, trato de negarle a mis jóvenes años lo que estoy viviendo.
La noche es fría, ha llovido en la ciudad; me dejan en casa de la tía con nuestros primos y no sé cuantos días o cuantas horas pasan, hasta que papá llega por mi, me da ropa para ir a verte.

Desayunamos y llegamos a ese lugar. Escalinatas blancas y lo primero que veo es a nuestro hermano, cuñada y una de nuestras tías y todo me cae de golpe, lloro inconsolable hasta tomar el valor suficiente para entrar a verte.

Recuerdo bien la habitación, tu ataúd está a mi izquierda, hay muchas flores y el olor de las mismas es embriagador.
Me acerco a ti y pareces plácidamente dormida, y guardo la secreta esperanza de que milagrosamente tus ojos se abran y la pesadilla se acabe.

Unas horas mas tarde, estamos en el cementerio, y ya han cavado la tumba donde descansaran tus restos mortales.
Estoy con Raquel, Valeria, Rodrigo y Patty, y abren tu caja, y pareces brillar, todos lo vemos y quedamos impresionados con ello.
Y así te bajan lentamente y te lanzamos flores blancas, te cubren con tierra, y un profundo dolor se huele en el ambiente.
Te dejamos cubierta por flores de todas las clases y regresamos fracturados a la vida normal, sabiendo que ese último día lo compartimos sin saber que tenías una misión más importante en el paraíso.

Ese 28 de Agosto de 1999, te hiciste una con las estrellas y desde lo eterno mi único consuelo es saber que nos reecontraremos algún día y seremos inmensamente felices.

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