viernes, 13 de julio de 2012

Ni de aquí ni de allá

¿Tienes fuego?
No me hagas esa cara, las putas también fumamos, digamos que en un caso particular, lo hago como para preparar motores para atender bien a mis clientes, ¿Entiendes?
Para clientes como tú, una tiene que convertirse en más que una terapeuta de orgasmos, tenemos que ser algo así como amigas, de esas que te abren las piernas después de escucharte lloriquear por horas. Pero ¿Qué decir? Gajes del oficio.
¿Subimos ya a la habitación, o seguirás ahogando tus frustraciones en ese vaso de wisky?
Subamos pues por el elegante elevador; anda pavoneate conmigo, al fin quién se va a enterar que debajo de esta ropa de diseñador hay toda una fiera a punto de atacar.

¿Quieres hacer más preguntas?
Adelante, tú estás pagando las preciosas horas de mi servicio y puedes hacer con ellas lo que quieras, ahh pero si te advierto que putas como yo venimos con contrato y letras chiquititas, pero si es tu deseo seguir, bien por ti, la casa sigue ganando.

Uh, ya vamos a comenzar con las preguntas incómodas, pero está bien, qué mas da contartelo a ti o a un diario, al fin a mi me sirve para vomitar un poco de la basura que vive en mi.

Ok, es tú gusto.
¿Quieres que sólo me quede en ropa interior o que me desnude completa?
Te recuerdo, el que paga, manda.
Bien.
Contesto tus preguntas, mientras hago "manualidades".
¿Mi edad? De menos invitame un café, esas cosas se les preguntan a las novias, y aún ellas se molestan.
Sí, gracias por recordarme que quien paga es quien decide hasta donde parar.
Tengo 30 años recientemente cumplidos, ¿Estoy bien conservada verdad?

Cariño, pero que fácil es excitarte, ¿no preferirías dejar las preguntas de lado y dejarte llevar por los placeres de mi boca en tu ya endurecida masculinidad?

¿Manos mágicas?
Será por su reducido tamaño que se esfuerzan por hacer bien su trabajo.

¿Qué si me he enamorado de algún cliente?

¿Cómo le dices a un corazón que no sienta?
Te cuento, se llamaba Alejandro, un neurocirujano de lo más delicioso. Lo conocí en una de mis puterias bien pagadas en un antro de Polanco.
Imagínate, todo un semenatl de 1.95m de altura, de ancho y largo ni te hablo, podía pasar horas comiendome aquello sin cansarme, nada más de la pinche gula que me daba verlo.
Alejandro, como te decía es un neurocirujano cercano a las cuarenta primaveras, pero muy bien llevadas, es casado y tiene una hija que hoy debe estar cumpliendo 6 meses de nacida. ¿Te digo algo gracioso? Se llama igual que yo, pero no Dita, ese es mi nombre artístico.

No olvido ese abdomen bien marcado, piernas y brazos fuertes, un trasero de concurso, ojos miel, piel tostada.
Los primeros encuentros fueron meramente negocios, algunos congresos en playas paradisiacas, con ropa y comida incluidos.
Un encuentro en especial, fue lo que nos llevo a un extraño enamoramiento, la cita fue en mi depa, digo, ya había suficiente confianza como para dejarlo estar en mi santuario.
Antes de que llegara, estaba como pinche adolescente, viendo que me pondría, obviamente me esmeré en cada detalle, prepare de cenar, servi copas con vino y lo esperé.
Llegó puntualisimo a la cita, y sin pensarlo, nos estabamos besando, fue un besos de esos que te prenden en dos segundos. Un abrazo y más besuqueo nos llevaron al sofá y lo demás imaginatelo.
Terminada la mejor sesión de sexo de mi vida, me envolvi en una sábana y traje la cena a la mesita de café y comimos.
No mentiré, terminada la segunda copa de vino, la cachondería se apodero de nosotros e hice algo que en mis clausulas está prohibido, dormir con él, abrazada de su pecho, haciendolo mío a placer.
A la mañana siguiente una llamada del hospital donde trabaja me salvo la vida.
Pero nada volvió a ser igual, creerás que ¿hasta dejé de cobrarle al grandisimo hijo de puta?

Duramos cerca de un año, en dónde le poníamos como conejos, y sí, me enamoré.
Esperaba un mensaje, un correo, una jodida llamada; mi corazón latía como loco cada vez que él llamaba o cuando estaba conmigo.
Me convertí en la noviecita, amante, como le quieras decir, al fin ya me vale madres.

De ser una hombre atento y amoroso, fue espaciando sus visitas, hasta en punto de que sólo una vez al mes podíamos vernos, y eso ya con muchos pretextos.
Hubo un momento en que yo misma los ponía porque me encabronaba verlo, me daban ganas de mentarle su madre, pero ya sabes, el profesionalismo está por delante y le volví a cobrar, digo, en algo tenía que redituarme, pero realmente me partía el alma, hacerlo mío como puro trámite administrativo; ya ni ganas le echaba.
Bueno con decirte que lo que te hago ahorita a ti, él ya no lo obtenia ni por el alto precio que le ponia.
Darle un orgásmo, ni que estuviera pendeja, cada vez que veía que el tipo estaba a punto del extasis, le pedía que pararamos para tomar agua, contestar una llamada. Cualquier mamada con tal de dejarlo insatisfecho.

Hace unos 8 meses me confesó el embarazo de su esposa, claro, me enojé, pero puse mi pinche carota de hipócrita y hasta lo felicite.
Y de la manera más decente y elegante que encontré después de meterle tremendo cachetadón le pedí que ya no me buscara ni como su puta.
Hasta eso tengo dignidad, no te creas.

¿Ya quieres coger?
Está bien, pero..., ok, ok te sigo contando.
¿En la orilla de la cama? ¿Así o más agachada?
Ay cariño, en dónde tenías escondidos esos trucos; no manches hasta se me olvidó qué carajos te estaba contando,

Gracias, justo ahí me quedé.
Bueno, pues hizo el jodido intento de buscarme sin éxito. Yo me moría por verlo, pero una tiene que ser fuerte y pensar en el costo-beneficio, y este hombre ya no me redituaba en nada.
No me daba dinero suficiente, no se me antojaba no hacerle una chaquetita, ¿entiendes? Bueno ni pinche tiempo me daba y pues le desilusionada tenía garantía de no reparación.

Pasaron meses antes de que supiera de él, hasta que llegó un correo, con una foto de su hija entre sus brazos.
Lloré, por horas como niña desesperada, me dio mucho coraje ver tán felíz escena y saber que nunca la viviría así.
Muero por se madre, pero entre la vocación de puta y la maternidad, pues la puta gana y por varios miles de pesos que veo en mis cuentas de banco.
En el correo me explicaba las cosas que habían pasado, hasta me dijo que me queria. Demasiado tarde diría yo, pues en ese momento había firmado con sangre el no ver a mis clientes con cara de otra cosa.
Desde entonces me considero terapeuta-vendedora.
Te vendo las horas de placer a un alto costo y la terapeada va por mi cuenta.
Me considero una terapeuta cuyo método es el órgasmo.
Super efectivo y siempre vuelven por más.

Me causa un tremendo placer que regresen mis clientes completamente dependientes de mis artes. Hasta se me infla el ego de ver tantísimo cabron sonriente en la calle y pensar que yo soy la responsable de la livianidad de sus pasos, aún cuando van de la mano de sus novias o esposas.

¿Que qué más se hacer?
Cariño, deja de preguntar pendejadas como mis amores y esas cosas; recuéstate que ya  te atiendo como te mereces, ¿por qué no te pones cómodo mientras yo te enseño a entrar al cielo y si te gusta, hacemos una cita para que regreses?

Si quieres papel, para limpiar tu pequeña eyaculación, está la caja de pañuelos a tu derecha.
Ahora vuelvo, porque mis actos necesitan cambios de vestuario.


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