viernes, 18 de mayo de 2012

Desde el balcón de Julieta

No soy Julieta, pero en mi alma llevo tatuada su tragedia.
No tengo un balcón en donde esperar a mi Romeo y no estoy comprometida con alguien más.

En una noche de luna, breve y frágil ante el mundo, esta escritora de pensamientos, vivencias y cuentos, casi toma la determinación de abandonar a la fuente de su inspiración.
Diciendole a ese bello ser alado, que su presencia no era sana para mi, que me dejara, que no quería más de él.
Benditas estrellas que se dejan leer con los lentes que las lágrimas forman, pues ellas me han dicho que el tiempo de karma de mi ser amado aun no debe de concluir.

El amor ideal destinado a la tragedia shakespereana puede tener un fin más bello que el de las otras vidas que ya pasé.
No es que mi Romeo sea el amor de mi vida ni mi alma gemela, pero hay deudas de almas que siguen pendientes de pagarse con besos y sutiles caricias en los atardeceres mortales de nuestras livianas existencias.

Tú, guardián con nombre de emperador, ten por seguro que nuestro tiempo juntos aun pinta con cara de eternidad y prometo ante los astros que cuando el tiempo de concluir haya llegado, me iré con una gran sonrisa.
Recordandote en mis relatos hechos a la luz de las velas, en las horas posteriores a los encuentros que tenemos en la realidad que hemos inventado.

Aquí desde mi balcón improvisado, usando el nombre de Julieta, mando un beso al aire hasta los aposentos de mi amado Romeo, quien duerme plácido en espera de un giro en nuestra historia.

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