viernes, 22 de junio de 2012

Solsticio bajo la lluvia

Cada día en que Diablo y yo no podemos vernos, espero con ansias que la noche llegue a hacer realidad nuestros encuentros, ahí donde nadie puede vernos y donde podemos amarnos con la intensidad de una colisión estelar.

Esta mañana he despertado y un evento atípico reina en el ambiente, pues llueve con furia, el día se pinta de gris, como en las tierras londinenses. Mientras veo caer las gotas de lluvia desde mi balcón, recibo el llamado del infierno, y hace que mi corazón quiera escapar de mi pecho. Una gran sensación de calor invaden cada poro de mi piel, mientras leo el comunicado del infierno.
Diablo vendrá a verme hoy, y yo como adolescente sacando ropa de los cajones para que él me encuentre hermosa, rápidamente decido la combinación que tendré, incluyendo el color que llevarán mis párpados, el sabor que tendrán mis labios y el perfume que me distinguirá a su llegada.

Mientras sigo escogiendo a detalle cada cosa que me pondré para recinir al amor de mi vida, pienso que es divertido que precisamente este día este llegando el solsticio de verano, la estación más calurosa de todo el año, llueva sin parar.

Pasan las horas, en las que trato de hacer un millón de actividades para distraer a mi conciencia de la desesperanza que alarga los minutos, leo, pero las letras poco a poco se convierten en él; escucho musica e irremediablemente se vuelve a meter como ladron a la intimidad de mis pensamientos.
Hay algo que me incomoda, y sé que a Diablo también; es el hecho de que nos han prohibido todo contacto en donde las llamas del infierno se hagan presentes en nuestros cuerpos.

Empapado por la lluvia, puntual a la cita, llega Diablo, con su hermoso semblante que no esconde la emoción de encontrarse conmigo, con su Julieta bajada del balcón.
Me atrapa con un tierno beso, mientras las últimas gotas de lluvia moja nuestros rostros. Es ahí donde sentímos el calor del solsticio bajo la lluvia, una cálida sensación de deseo que se va apoderando poco a poco de nuestros sentidos, haciendo de lo que comenzó como un tierno beso, en un pecado en el encuentro de nuestros labios en donde las lenguas toman posesión de lo que antes las manos podían ha cer.
Entramos a casa, y es inevitable que continuemos, teníendo el impaciente deseo de arrancar nuestras ropas y fundirnos al calor de nuestros cuerpos.
Que tragedia más grande es pensar que nuestro deseo se vea nublado por la prohibición que nos han impuesto, ese toque de queda que en lugar de enfriar nuestro deseo, lo hace arder cada vez más.
Me pregunto, mientras mis labios se apoderan de pequeños rincones de su anatomía, ¿Cómo hacer una hoguera bajo las nubes cuando la primavera se despide con lágrimas y el verano saluda con aires otoñales?
¿Qué hago yo para que este deseo abandone mi cuerpo durante el toque de queda que nos han impuesto?

Preguntas difíciles de responder con palabras, pues los hechos ahora nublan mi razón, amarran a mi conciencia, y despiertan mis sentidos.
Sentir sus labios, desesperados, moridiendo los mios, en la búsqueda de nuevas formas de satisfacer los placeres que la carne hoy no puede cumplir.
Desnudar partes de su cuerpo para hundir mis labios en ellas, y escuchar aquellos sonidos que en la soledad de nuestra segunda dimensión disparan mi deseo, es lo más cercano a tratar de llevarlo al cielo.
Besar su abdomen perfecto, y ese rincón que está cerca de donde la inocencia pierde su nombre, hace que poco a poco explote, provocando que me responda hundiendo sus labios como un vampiro en mi cuello.
En un momento me toma por la cintura y sus bellas manos cálidas como soles busquen alivio en la curva de mis pechos mientras las mias, exploran rincones conocidos, hundiendo mis uñas en la totalidad de esa espalda que quisiera comerme en desnudez completa.
El miedo de estar en la realidad de los mortales, hacen que la emoción vaya creciendo cada vez más, haciendonos desear poder romper con el toque de queda, pero sabemos que eso por el momento es completamente imposible.

Que increible sensación es tocar, oler y disfrutar el fruto prohibido. Diablo es aquello que siempre esperé, su perfección es tal que siento desfallecer con tan sólo ver sus ojos, mientras me dice con ellos que me ama.
Que valiente es Julieta puedo escuchar en mi cabeza, ¡Que valiente dejar de ser la oveja dócil de casa, para ser quien en verdad siempre ha sido, la compañera del diablo allá en el infierno!

La imperfección de nuestra relación hace que sea perfecta, pues estamos prohibidos y así nos amamos.
El amor ante la adrenalida del deber ser hace que cada día nos enamoremos más.
Con un verano precipitandose, hemos sido capaces de prenderle fuego a la lluvia. Nuestras manos han sido el instrumento de tan único evento, nuestras bocas, el combustible interminable y nuestro deseo el detonante infinito que siempre provocará la evaporación de las gotas antes de que tengan la intensión de tocar el suelo.

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