viernes, 15 de junio de 2012

Visitas astrales

La media noche reinaba y como buena Julieta, ya me dejaba abrazar por el dulce Morfeo, cuando en la somnolencia en donde no sabes qué es realidad y qué es sueño, tomas una embriagadora conciencia, te vi llegar, tan bello y esplendoroso, recién salido del infierno para pasar la noche a mi lado.

Tu olor se apoderó de mi cama, tu calor, poco a poco se fue apoderando de mis sentidos, convirtiendome suavemente en esclava de tus deseos y tus emociones.
Un cálido beso, me hundio en el más profundo placer, uno que se siente con los nervios de una virgen en el momento de darle la más grande prueba de su amor a ese ser que le causa bellos insomnios.

Sentir tus manos recorriendo delicadamente mi cuerpo, tu aliento robándose el mío, hace que mi temperatura sea mayor a la de un millón de soles brillando al mismo tiempo.
En la somnolencia de mis deseos, comienzas a despojarme poco a poco de aquellas ropas que cubren el pudor humano que he adquirido con el paso de los años.

No veo nada, sólo puedo sentirte, escuchar esa respiración cada vez más agitada.
Siento cada vez más de cerca la desnudez de tu piel, buscando la mía.
En un segundo, tus brazos están rodeando la totalidad de mi cintura. Me levantas y aprisionas contra la pared, puedo sentir tu sexo ante mi, y mi voluntad se ve debilitada y sutilmente complacida al compás de tus gemidos y de aquellas palabras que me hacen olvidar que me criaron como la hija del buen pastor.

En un suspiro estoy rogando al universo que esta noche sea eterna, y que el sol no se asome por mi balcón.
Quiero ser Julieta amante, quiero vivir hundida en el infierno de nuestras pasiones, perderme en tu mirada una vez más.

Te oigo repirar, no haces intento alguno por soltarme, reposo mi cabeza sobre tu pecho, mientras que mis labios te recorren con amor el rostro, y pierden su inocencia mientras más avanzan.
Ver entre sombras que disfrutas de mi compañía, es la mejor paga que se puede tener.

Caigo dormida en el más profundo de los sueños. Y como alarma de realidad, escucho el cantar de las aves en mi balcón, abro los ojos, y veo el breve intento que hace el sol de meterse entre los recobecos de mis cortinas. Volteo y no estás.

Sueño o realidad, no lo sé.
Pero tengo la certeza de que tú, mi Diablo, has estado conmigo esta noche, y ruego al destino, que cada noche se repita la experiencia de visitar lo que nadie podria descibribir ciertamente como el cielo o el infierno

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