sábado, 15 de diciembre de 2012

Temperatura grado infierno

No sé como pasó, mi mente aún no se recupera de la neblina. Cierro los ojos y puedo verte; son pequeños destellos de lo ocurrido.
Mi piel se estremece al recuerdo de ese tacto desconocido y a la vez tan familiar.
Tu olor ahora es el mío, no sé lo que sucedió, alguién fue dinamita y el otro fue el fuego que hizo explotar todo lo que ahora viene a mi mente.

Todo comenzó con ese beso en el café,entre los olores de canela, chocolate y cigarro, me tomaste sutilmente de la cara y me acercaste poco a poco esos labios que hablan el mismo idioma de mis ahogados deseos taciturnos.
Un sorbo de café, una mirada y todo estaba dicho.
Pedimos la cuenta, subimos al auto y comenzaste a manejar sin destino alguno.
Un calor incesante invadia nuestro entorno, un sudor casual, respiración agitada; no queríamos mirarnos, dejamos que la radio llenara el vacío de nuestro agitado silencio.

La carretera nos llevó a nuestro destino, un pueblecillo de lo más pintoresco, clima agradable.
Sin decir nada, nos registramos en un hotel, dos noches quedaron pagadas.

Subimos, dejamos nuestras cosas, y como dos adolescentes nos sentamos uno al lado del otro, en aquella inmensa cama de sábanas blancas.
Me tomaste de la mano, me acerqué. Sin decir nada, nos miramos a lo ojos, y poco a poco fuimos rompiendo la distancia.
Comenzamos con un beso, tierno, sin pretenciones. Te miré y perdí la conciencia.
Volvimos a besarnos, con intensidad, y una extraña furia tal vez provocada por el deseo que se podía respirar en el aire.
Besarnos, morder tus labios, escuchar tu respiración que, paulatinamente comenzaba a acelerarse, hasta que tus manos decidieron actuar y se fueron directo a mis pechos.
La temperatura cada vez se hacía mas intensa; me tomaste entre tus brazos y me lanzaste al centro de la cama, arrancaste cada prenda de ropa que cubriera mi cuerpo, al tiempo que te quitabas lo propio.

Sin pensarlo, me tenías aprisionada contra la pared, con una mano apretabas fuertemente mis manos y con la otra acariciabas desde mis pechos, jugueteabas con mi ombligo e irrumpias en mis labios húmedos y deseosos de tu penetración.
Me cargaste y me hiciste tuya, mientras mis piernas abrazaban tu cintura y mis uñas se clavaban en tu espalda.
Nos recostamos, fumamos un cigarrillo. Cerré los ojos y sin darme cuenta, tu lengua ya estaba probando el nectar de mis deseos...encendiste nuevamente mi llama.
Me monté sobre ti; tomaste con fuerza mis caderas y ayudaste a guiar el torrente de orgasmos que tuve mientras subia y bajaba, aveces con fuerza otras tantas con delicadeza.
Jugaste con mi flexibilidad y así amanecimos, con más deseo que el que nos llevó a ese hotel en aquél pueblo.

Pasados esos dos días en que la luz del sol no tuvo noticias de nosotros, tuvimos que regresar. El sol ya se ocultaba cuando nuevamente estabamos en el carro. Deseosos el uno del otro...temperatura grado infierno.
Una casual parada por el cine, función de media noche.
¿Quién diría que las faldas fuerantan útiles cuando el deseo se convierte en una urgencia?
Mudos por apariencia, pero sudando con insistencia...no recuerdo nisiquiera el título de la película.

Llegando a casa, no nos quedó mas que despedirnos con un beso efusivo. Beso que despertó aún mas mi deseo. Deseo que me tiene aquí en mi estudio escribiendo tu recuerdo y esperando por un nuevo encuentro.

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