viernes, 16 de marzo de 2012

El amor que no quiere decir su nombre

No cualquier ser mortal, tiene la fortuna der ser llamado amante.
El ser amante de otra alma, estemos casados o comprometidos; no se trata de una complicidad meramente sexual, es algo que la civilización y sus normas no logra comprender.

Es un tipo de contrato entre dos mortales para hacer feliz al otro, hacerle sonreir en las horas mas oscuras, en pocas palabras, amarse sin inhibiciones.
Es un amor que da vida, que hace funcionar al cosmos de la mortalidad misma de los cuerpos, etereos y eternos en la brevedad de la estadía en el plano universal de la vida.

Aquellos que deciden ser amantes, son los seres más sinceros y obedientes a su naturaleza; son los que dejan fluir con naturalidad sus deseos y pasiones mas ocultas.
Son aquellos, que se vuelven capaces de cambiar todo lo conocido, por algo en extremo exquisito y para muchos ojos prohibido.

El juego de los amantes, es en donde el fin común es volver loco de placer al otro.
El amor furtivo de las almas en complicidad, es un amor negado, pero el más disfrutado, gracias a la fuerza sobrenatural que invade a sus participantes por el constante peligro de ser descubiertos y juzgados.

Se traduce en la infinita excitación de esconderse y amarse de manera desesperada; es más profundo y más sincero que el amor normativo, impuesto por las sociedades a través del tiempo terrenal.

Es un amor tan sincero que, aquellos que tienen la fortuna de tenerle, aprovechan las breves horas que se les conceden para estar juntos, para besar la boca que tanta paciencia tuvieron para poder besar; también, para desfallecer por el calor que les despierta el objeto de su deseo. Es tan puro y tan sincero que se le puede comparar con el deseo que tiene un niño pequeño hacia un objeto o dulce.

Son pasiones que el amante imagina al despertar, que calidecen con los rayos taciturnos del sol y que sueñan humedenciendo las infinitas noches donde la luna y las estrellas son sus fieles testigos silenciosos.

El sueño de estos seres afortunados, es relativo, ya que viven y respiran espectantes del siguiente encuentro, pero temiendo que éste sea el último.
Amante se traduce en áquel soñador que besa la almohada, pidiendo en silencio sepulcral el milagro de un nuevo encuentro y la breve huida con el alma amada.

Ser amante, es aprovechar cada segundo, buscando el verdadero sentido del ser en la mirada del otro. Buscan el placer de su igual, a pesar de estar fuera de la normatividad de lo socialmente correcto. Es vivir el amor verdadero.

El alma amante, es la que siempre espera a su cómplice con la dulzura del perfume de medio día en la piel, es un ser astuto y meticuloso, ya que constantemente tiene la tarea de lograr encontrar un pretexto  para encontrarse con el otro y poder encarnar juntos esa muerte pequeña y excitante, y, al mismo tiempo revivir en el abrazo más perfecto jamás diseñado.

Ellos se quieren de la manera más ideal, la cual debería ser universalmente correcta y copiada por los demás seres humanos. Es la forma de amar en donde se busca que el otro no padezca ni sufra.
Es hacer de cada palabra un constante poema de confirmación del sentimiento más puro que los dioses milenarios nos regalaron.

Pero también sufren un terrible dolor, culpando al destino por haber puesto frente a ellos a su alma gemela, demasiado tarde, cuando ya se tenia una vida planeada o incluso hecha.
A pesar de éste tortuoso dolor que los aqueja, se aman y su amor llena de encanto las calles que recorren abrazados, esperando al tiempo, no ser reconocidos; es por ello que su caminar es más apresurado, pues buscan el cobijo de las sombras para deslumbrarse entonces con su más puro sentimiento.

Las paredes de los hoteles, son sus más fieles testigos a la hora del amor encarnado, donde después de infinitos minutos de entrega al placer, él es capaz de cantarle viejos boleros, mientras ella le habla de su cariño infinito en un idioma que sólo ellos entienden en complicidad. Se recorren uno a uno con los dedos, tratando así de tatuar el tacto del ser amado y, así, poder reconocerse en las noches más oscuras.

No importa el orígen de los amantes, ya que pueden encontrarse en cualquier tiempo, lugar o situación de la cotidianidad del ser.
Se unen en un sólo corazón, no importando las parejas del pasado, ya que el amor único y verdadero, será considerado como el primero. Son almas profundamente enamoradas.

Lloran de lejos, en soledad, porque ante el mundo no pueden demostrar el deseo de rozar sus manos, incluso, contemplar en la lejanía la imagen del otro.
Por ello se convierten en maestros de la más detallada planeación, fijando horas y lugares, excusas para desaparecer por horas o por días, y así poder vivir la perfección hecha pecado para los ojos de aquellos que verán siempre al demonio encarnado en sus pasiones infinitas.

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